La princesa y la flor

 

La

princesa y la flor


Érase una vez, en un país lejano, un rey que tenía una hija única, llamada Princesa Lila. Ella era hermosa, amable e inteligente, pero estaba muy triste porque no tenía amigos. El rey le regalaba todos los juguetes y libros que deseaba, pero nada podía consolarla.


Un día, mientras paseaba por el jardín del castillo, vio una pequeña flor azul que brillaba al sol. Se acercó y vio que era diferente de las demás flores. Tenía pétalos con forma de corazón, y en el centro, había una pequeña estrella que centelleaba. La princesa se maravilló y cogió la flor con cuidado.


Enseguida, oyó una pequeña voz que le dijo:


- Hola, soy la pequeña flor mágica. Puedo cumplir tres de tus deseos, pero tienes que hacerlos antes de que se ponga el sol, o perderé mis poderes.


La princesa se sorprendió, pero pensó que tenía una oportunidad única de cambiar su vida. Pensó un momento, y luego hizo su primer deseo:


- Quisiera tener un amigo con quien jugar y hablar.


- Muy bien, dijo la flor. Mira detrás de ti.


La princesa se giró y vio un pequeño perro blanco que movía la cola. Tenía las orejas rosas, los ojos azules y un collar de oro. Se acercó a ella y le lamió la mano. La princesa se alegró y lo tomó en sus brazos.


- Hola, me llamo Fifi. Soy tu nuevo amigo, dijo el perro.


- Hola, Fifi. Soy la princesa Lila. Estoy muy contenta de conocerte, dijo la princesa.


Se pusieron a jugar juntos en el jardín, y la princesa se sintió más feliz de lo que nunca había sido.


Luego hizo su segundo deseo:


- Quisiera tener un vestido precioso para el baile de esta noche.


- Muy bien, dijo la flor. Mira en tu habitación.


La princesa corrió a su habitación y vio sobre su cama un vestido espléndido. Era azul como el cielo, con estrellas bordadas en plata. Tenía un corpiño ajustado, una falda amplia y un velo transparente. Se lo probó y se miró en el espejo. Estaba deslumbrante.


- Eres muy bonita, dijo Fifi.


- Gracias, Fifi. Eres muy amable, dijo la princesa.


Finalmente hizo su tercer deseo:


- Quisiera conocer al príncipe de mis sueños.


- Muy bien, dijo la flor. Vendrá al baile de esta noche.


La princesa se impacientó y se preparó con esmero. Se peinó el cabello rubio en rizos, se maquilló los ojos verdes y se puso un collar de perlas. Tomó la flor mágica y se la puso en el pelo. Bajó al salón, donde el rey la esperaba.


- Eres magnífica, mi hija, dijo el rey. Vas a hacer girar todas las cabezas.


- Gracias, papá, dijo la princesa.


Fueron al baile, donde había mucha gente. Todas las miradas se posaron en la princesa, que bailaba con gracia. Entre los invitados, había un joven que se distinguía por su belleza y elegancia. Tenía el cabello negro, los ojos azules y una sonrisa encantadora. Llevaba un traje negro y una corbata azul. Se acercó a la princesa y le dijo:


- Buenas noches, señorita. Me llamo Príncipe Leo. Soy el príncipe del reino vecino. He venido para pedirle un baile.


- Buenas noches, señor. Me llamo Princesa Lila. Soy la hija del rey de este reino. Estoy encantada de concederle un baile, dijo la princesa.


Se tomaron de la mano y se pusieron a bailar. Se sintieron enseguida atraídos el uno por el otro. Se miraron a los ojos y se sonrieron. Se hablaron de todo y de nada, y descubrieron que tenían mucho en común. Rieron y se divirtieron. Olvidaron el tiempo y los demás.


La princesa pensó que había encontrado por fin al príncipe de sus sueños. El príncipe pensó que había encontrado por fin a la princesa de su corazón.


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